Ya superamos el fin de año y los eventos derivados de esta época; se dio por un lado ⎯directores⎯ y se recibió por el otro ⎯colaboradores⎯, el tradicional y emotivo discurso de fin de año con alusiones al futuro y la típica palmada en la espalda para que “sigamos echándole ganas”. Sin embargo, estos discursos, aunque ayudan a tener presente el cierre de año e intentan mantener visibles los valores, misión y visión de la empresa, no son suficientes cuando se trata de marcar el inicio del nuevo año para todos quienes participamos en una empresa.
Precisamente, pensar en cuánto empeño ponemos en organizar un evento de fin de año a la par de crear detalles a los colaboradores, nos hace preguntarnos si estamos o no poniendo el mismo esfuerzo para marcar el inicio y el fin de una etapa en nuestra organización, o bien, un verdadero cierre e inicio de año, que finalmente, puede convertirse en el inicio de una nueva era o proyecto.
Los colaboradores deben saber que con la misma satisfacción con la que cerramos el año empezaremos y continuaremos trabajando, exponiéndoles que tenemos claros nuestros objetivos, qué haremos para llegar a ellos y que, por sobre todo, respetaremos y aplicaremos nuestros valores. Es aquí donde el discurso se convierte en una herramienta poderosa, en la cual la estrategia de comunicación deviene en el discurso mismo, es decir, que éste se convierte en la estrategia de comunicación misma y viceversa. Es por ello, que tenemos la firme idea de que el verdadero discurso está en poner en marcha una estrategia de comunicación integral que determine las pautas de inicio y término de ciclos, reflejando con ello que no se quita el dedo del renglón y que toda acción es un continuo avance.
Nuestro discurso, debe ser nuestra estrategia de comunicación, esas son las verdaderas palabras y acciones que permitirán mantener unido a nuestro equipo, comprometido y con muchas ganas de trabajar. Haciendo el ejercicio mental nos referimos a que el “director” le hable de forma permanente a su “colaborador” en un discurso emotivo que dura 365 días.
Es así como la comunicación interna, corporativa o institucional, al ser un elemento que participa activo en la planificación organizativa de la empresa, en un punto de gestión de la organización, he ahí la importancia de marcar con ella el comienzo, fin o pausa de algún proyecto dentro de la empresa.
De acuerdo con Justo Villafañe, presidente de Villafañe & Asociados y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, señala refiriéndose a los valores de la empresa y la comunicación de la misma, tanto interna como externamente, que:
a la hora de planificar estratégicamente, es necesario prestar más atención a […] los activos invisibles […] los cuales deben ser planificados y gestionados como el resto de los activos empresariales[…]. No se trata de dirigir a una empresa a través de su Imagen Corporativa, pero casi.
Aunque en este artículo no tratamos ahora mismo el término global de Imagen Corporativa, entendemos como gestores del talento y de la comunicación de nuestra empresa, que nos referimos a aquel concepto que forma una empresa de sí misma y que proyecta a todos sus públicos, y uno de los pilares más importantes de esta imagen, es precisamente la que se genera desde dentro, lo que llamamos cultura empresarial y que irradiará con su esplendor todos los ámbitos de la empresa de manera externa. En este mismo sentido, Villafañe indica:
la empresa como un sistema corporativo global en el que, aunque se trabaje con instrumentos intangibles, éstos deben reflejar la realidad de las políticas funcionales de la empresa y converger con ellas sinérgicamente.
Esto significa que la gestión de la comunicación interna, tiene una incidencia tangible, eso es, en la productividad y competitividad de la empresa, y como uno de los factores constitutivos del trabajo organizacional, debe ser gestionado con la misma importancia que gestionamos o administramos nuestros insumos tangibles, es decir, nuestro capital material, como pueden ser materia prima, máquinas, equipos, etc.; no obstante, no pueden ser manejados de la misma manera, requieren de una gestión especial adecuada a su naturaleza y función dentro de la empresa.
Ahora bien, pregúntate, cerraste el año, pero… ¿realmente iniciaste un ciclo? Hiroyuki Itami, catedrático de Gestión y decano de la Escuela de Posgrado de Gestión de Ciencia y Tecnología de la Universidad de la Ciencia de Tokio, remarca la importancia de la gestión de los elementos invisibles, como la comunicación interna de esta forma:
Los activos invisibles son la fuente real de la competitividad y el factor clave de la adaptación corporativa por tres razones: son difíciles de acumular, susceptibles de múltiples usos simultáneos y constituyen inputs y outputs de las actividades empresariales.
Es precisamente esto último en lo que debemos enfocarnos, en que la comunicación interna, ese discurso que es al mismo tiempo estrategia de comunicación, es factor gestor de la productividad, de lo que entra y sale de la empresa, es por ello que, como parte del proceso de producción de cualquiera que sea nuestro producto, debe mantener la pauta, e indicar claramente el principio y el final de todo aquello que como empresa proyectemos, nos propongamos o nos encontremos cursando.
Planificar una estrategia anual de comunicación interna, te permitirá no sólo gestionar al talento humano, sino también la productividad y la realización de las metas de la empresa, es decir, en resumidas cuentas, su crecimiento. Por ello es importante que el discurso no sean sólo palabras motivacionales, que el cierre del año no sean sólo buenos deseos y detalles que marcan el fin, sino que tengan en sí mismos plasmados la estrategia de crecimiento de la empresa, que más tarde, será experimentada en la praxis y la comunicación interna por los propios colaboradores, generando lazos de lealtad y compromiso reales, pues aquello que escuchan lo viven.
Marcar el inicio, el fin, la constancia y la permanencia, dependen de una estrategia de comunicación interna, con todo lo que ella implica; asimismo, recuerda que de ello depende, tu crecimiento, competitividad y productividad como empresa. ¿Ahora sabes cuál es el verdadero discurso de fin de año?
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